En 1.916 nació en Málaga éste joven, al que me unió una fraternal amistad
desde el mismo día que le conocí. Sin madre desde muy pequeño, vivió con una
tía suya a quien amaba con frenesí. Debido a la mala situación de la familia,
Miguel no pudo asistir a la escuela. Creció en un ambiente malsano, cuando empezaba a mocear, el baile y las
juergas fueron sus brújulas orientadoras. Un día por cuestión de faldas, va a
parar a la prisión, donde nuestro inolvidable amigo y compañero Miguel Cobos,
que sufría una de sus muchas detenciones gubernativas le conoció.
Pronto se
da cuenta de que todo en él era podredumbre. Sobre su educación, que más
que descuidada era nula. Hay en él un
espíritu solidario y unos sentimientos nobles y altruistas.
Expone el caso entre los compañeros solicitando del Director de la Prisión, que este joven detenido por delito común pase
a la Brigada de los sociales. Concedida la autorización, entra con su petate en
la Brigada de los Anarquistas, como la denominaban los presos comunes.
Lo primero que impresiona a nuestro joven, es
la igualdad de trato entre los encarcelados por delito político, o para mejor
precisar, por los políticos. La propiedad no aparece por ninguna parte, en el
centro de la Brigada hay un cajón donde todos depositan el tabaco que reciben.
Bueno o malo, todo cae en el mismo recipiente,
del que cada uno va sacando lo que necesita para fumar, o repartir entre
los necesitados del patio común, sin que
nadie ejerza control alguno. En una repisa hay papel, sellos, y cuanto se
necesita para relacionarse con el exterior. Pero, lo que más le llama su
atención de hombre nacido y criado en la desconfianza es, que sobre esta misma repisa, todos los
compañeros van dejando el dinero que van recibiendo tomando cada cual el que
precisa. El observa creyéndose vigilado, pero pronto se convence que la mayor
sinceridad y honradez preside la vida en común de los hombres presos por " revolucionarios”.
Por la tarde, después de dormir la siesta, se da paso al dialogo y a
la conferencia. Molina es de los más atentos; jamás había oído hablar de estos
problemas, por eso se interesa quizá más
que los otros. Por la noche, cada cual con su libro en la mano, trata de
aumentar el caudal de conocimientos. Molina no sabe apenas leer, pronto encuentra un maestro que se entusiasma
al ver el interés que éste joven pone en aprender, y antes de lo que muchos pensaban, Miguel
leía los libros algunos le eran difícil de digerir, pero a ello le ayudan todos los que le rodean con
el mayor cariño,
Miguel Molina Salado, lamenta no haber ingresado antes en la prisión para
conocer a estos hombres y las ideas por las cuales sufrían arrestos.
Un día una voz se oye en la galería -¡Miguel Molina Salado, con el petate y a la calle!-
Los compañeros le abrazan con cariño; le
habían tomado afecto. Le recomiendan que
cambie de ambiente y de amistades, recomendación, que ya se había hecho a su
conciencia.
La memoria es el agradecimiento del corazón
" y él no podía olvidar lo que había visto y vivido junto a esos Quijotes
de la sociedad actual”
Rompe con todas las amistades anteriores a su
encarcelamiento, comienza a acudir a las
asambleas que en la Calle D. Cristián celebran los sindicatos. Por fin ingresa
en las J.J.L.L. del barrio Perchel, dando ejemplo de moralidad y hombría, que admiraban todos sus
compañeros. Presta su concurso físico y moral en todo movimiento reivindicativo
de los trabajadores. Sus vecinos, se extrañan del cambio de conducta y de carácter
de Miguel. Es respetuoso con todo el mundo,
para todos tiene una sonrisa que
cautiva. De sus manos, jamás se desprende un libro; tiene ansias de recuperar
el tiempo perdido.
En
1933, llega a Málaga el tristemente célebre " el Carrero ", administrador y verdugo del Penal del Puerto de Santa
María, asesino del compañero Luna. Una tarde, ese monstruo es víctima de un
atentado resultando herido en la puerta
de su misma casa, en el Pasillo de Santo Domingo. Miguel Molina es detenido como
presunto autor del atentado. El, niega enérgicamente su participación en el
mismo y, pese a presentar pruebas de su inocencia, es bárbaramente apaleado por
la policía, en particular, por el de la
Brigadilla Social, Ariza. Molina le amenaza y el otro le lanza una cerilla
encendida al rostro. Pasa a la cárcel como detenido gubernativo, de donde sale
quince días después.
En ese respiro de libertad, sigue los pasos
del policía Ariza y, por fin un día, se encuentran frente a frente. Ambos tiran
de pistolas, ganándole en rapidez Molina, que hiere al polizonte. La policía se
lanza en su búsqueda, persecución que él sabe burlar, unas veces por la astucia
y, otras por la bravura de sus arremetidas.
Un año ha pasado sin que la policía lo haya
podido detener. Durante ese tiempo, una bomba estalla en la casa de "
el Carrero”. El 29 de marzo de
1934, con motivo de la huelga de protesta por la arbitrariedad cometida por los
guardias de asalto con los presos sociales, Molina contribuye con los jóvenes y
menos jóvenes, a que la protesta por este atropello se haga sentir. Es detenido
junto con Antonio García Álvarez cuando embarcaba para Valencia, denunciado por
el confidente Antonio Chacón, que se presentó en Málaga cómo perseguido
político.
Durante varios días, permanece en el cuartel
de la Guardia Civil del Pasillo de Natera, no
pueden arrancarle confesión alguna. Juzgado por un Tribunal de Urgencia,
es absuelto por el tiroteo de la Plaza de la Merced, pero queda detenido por el
atentado a un policía.
Los presos sociales preparan una fuga, con
ella quieren reparar la injusticia
cometida contra los compañeros Antonio Machuca, Antonio Rovira y Juan Ruíz,
detenidos como presuntos autores de un atentado al alcalde de Marbella. El
fiscal les pedía dos años; el Tribunal en sus conclusiones definitivas, les
condena a dos años.
El Director de la Prisión, nota algunas
anormalidades en el movimiento de los sociales,
ordenando un registro a fondo en su departamento. Miguel, dormía en una
celda del mismo. Era una verdadera habitación de soltero cuidadoso. Una colcha
tapaba el sucio petate; cuadros familiares ornaban los muros; libros en su
improvisada mesita de noche, los oficiales lo ponen todo patas arriba, Miguel
presencia el registro sin poder contener su nerviosismo. Cuando éste termina,
se dirige al oficial Manuel Cazorla y le pregunta:
- Y ahora ¿Quién vuelve a
arreglar todo esto que me habéis desordenado?
- ¡Tú! - es la respuesta del oficial.
Molina, se abalanza sobre él y le abofetea
hasta que es separado por el resto de los oficiales que acuden a los gritos de
Cazorla.
Nuestro Miguel, es conducido a la celda de
castigo, rigurosamente incomunicado. Rompe la tubería del agua y aporrea con el
tubo la puerta hasta que tienen que
cambiarlo a otra celda.
Los días van pasando con demasiada rapidez, los compañeros saben que ya está en la Dirección la orden de
traslado de los otros compañeros. Se recurre a estratagemas que engañan a los
médicos, dando lugar al aplazamiento de la conducción. La fuga hay que
precipitarla, una comisión se dirige al
Director solicitando que levante el castigo a Molina, pero éste no accede a la
petición. La fuga hay que efectuarla sin contar con nuestro amigo.
A las doce de la noche los petates son
rasgados y hechos con ellos una cuerda,
se la lanzan al compañero Francisco Carmona, que, desde la garita "
vigila " a los presos (Carmona era el soldado que en esos momentos hacía de centinela); éste ata la
cuerda a los hierros de la garita y da la consigna de que pueden comenzar a pasar. Pasa Enrique Toledano Díaz, José
Silíceo Victorio, José Pareja Rodríguez y Cipriano Domínguez. Un error hace
fracasar el plan completo de la fuga, evitando que salieran más compañeros. El
centinela tiene que abandonar su puesto para huir con los compañeros.
Después del incidente acuden los oficiales y
comienza el recuento. Dos camionetas de guardias civiles entran en la prisión y
todos somos conducidos a las celdas de castigo.
Miguel Molina oye voces conocidas desde su
celda, sabiendo la causa de éste
movimiento, comienza a gritar fuertemente:
- ¡Viva la amnistía de la F.A.I!
-
Los oficiales tratan de callarlo sin poderlo
conseguir. Un compañero portugués, Edmundo Louis, responde como un eco a las
voces de Molina.
Al día siguiente, se presenta el Inspector Regional de
Prisiones, ordenando abrir las celdas y el apaleo de los presos, Molina desde
la suya le insulta llamándole cobarde, asesino, etc. El inspector manda abrir la
celda de Molina, y tan pronto es abierta la puerta, éste se lanza contra el inspector a quien
acierta a dar dos fuertes puñetazos en pleno rostro, se defiende de todas las huestes que acompañan
al carcelero repartiendo bofetadas a diestro y siniestro, es nuevamente
encerrado, sin que nadie vuelva a molestarlo.
Un nuevo expediente es abierto contra él. Por
incorregible es trasladado al Puerto de Santa María.
En éste triste Penal, le sorprende el
Movimiento militar fascista. Los guardianes saben ya de su indomable carácter,
cuando nuestro compañero tiene conocimiento del levantamiento, grita desde su
celda llamando a la resistencia. Les insulta; es el único medio de que dispone
y lo emplea.
Los fascistas triunfantes; no saben cómo abrir
aquella celda para fusilar a Molina saben que se defenderá cómo un león. Pese a estar armados hasta los dientes,
frente a un indefenso preso, ninguno tiene valor de tirar del cerrojo.
El cañón de una pistola es introducido en
el " chivato
" de la puerta. Se llama la
atención al preso, y cuando éste aplica el ojo al agujero, el Director aprieta
el gatillo de su pistola.
Molina, cae muerto en el acto, con la cabeza
perforada; pero aquellos cobardes aguardan más de dos horas para abrir la celda
por temor a que aún viviera.
Así murió MIGUEL MOLINA SALADO, el amigo que
jamás olvidaré.
Escrito por Luis Gallego Ponce militante de CNT-AIT Málaga
Fuente documental Archivo Histórico de la CNT de Málaga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario