Escrito
por Luis Gallego Ponce militante de CNT-AIT Málaga
Militante de las J.J.L.L. de la Barriada de
Huelin a las que dio todo el vigor de su rebelde e inquieto espíritu
revolucionario.
Era miope, aunque se obstinaba en disimularlo
sin poder conseguirlo. Miraba siempre al suelo, como buscando un pretexto para
ocultar su defecto óptico.
¡ Cuántas veces saludaba al desconocido y
pasaba desapercibido ante el compañero que buscaba con afán !. Pero Félix solo
era corto de vista, ya que su cerebro veía mucho mas claro que el de muchos
linces que son verdaderos miopes intelectuales. Su sangre fría en los momentos
difíciles, su tranquilidad frente al peligro, su alto concepto de la
solidaridad y del amor, le abrió las puertas de la amistad, el respeto, y el
cariño de quienes le trataron íntimamente.
Félix Retamero había concentrado toda la
fuerza que le faltaba a sus ojos, en su noble y generoso corazón de hombre, de
rebelde, de anarquista. Casi siempre le veíamos acompañado de su mejor amigo Manuel Gallego, de quien ya
hemos hablado. Los dos solos hicieron mas labor práctica que muchos grupos.
En el año 1933, había en el puerto de Málaga
un capataz, cuya alma de negrero poníase al descubierto en su trato con los
obreros, a los que hablaba con su peculiar grosería de " guapo de taberna”. Este individuo era
la persona de confianza del Sindicato Patronal, cuya presidencia estaba
garantizada por el mas inhumano de los seres; Petersen. El odio del amo y del
lacayo se elevaba al cubo cuando tenían enfrente a un militante del sindicato
de transporte afecto a la C.N.T.
Un día se encuentran en la calle de Mármoles, Gallego, Retamero y
Kindelan. Félix, para al capataz y le conmina para que tenga un poco de
conciencia con los trabajadores y deje de ser tan grosero.
- No te olvides, le dice que el
respaldo de los viejos
trabajadores está garantizado por una juventud que no sabe pedir perdón a quien
le pisa.
Kindelan contesta con algunas chulerías de su
repertorio y, sacando una pistola dispara a quemarropa contra nuestros amigos,
alcanzando el brazo izquierdo de
Gallego, Félix responde, hiriendo a su vez al capataz en un pie,
afortunadamente ambas heridas son leves. Es Félix el que hace la primera cura a
su amigo, con más voluntad que experiencia.
Varios días después, Félix es detenido por la
policía. Careado con Kindelan, éste le reconoce cómo el autor de su herida,
pero aquella noche cuando este entra en el portal de su casa, se encuentra con
un joven brazo en cabestrillo, quién antes de cerrar la puerta le habla al acusador
de Félix
y le hace comprender lo bueno que sería para su salud una rectificacion
en sus declaraciones y, en su proceder en lo sucesivo. Las razones deben de ser
convincentes por cuanto Kindelan vuelve a comisaría para manifestar haber
cometido un error al acusar a Félix, con tal convicción ( fingida desde luego )
defiende a nuestro amigo, que la policía, conociendo su actitud de " guapo ", no vacila la en poner en
libertad al detenido, siendo éste el primer sorprendido por éste cambio brusco
de actitud.
Suenan disparos por todos los barrios de
Málaga, nuestro amigo Cerón cae herido por la balas de la guardia civil en el
puente de Santo Domingo. Los fascistas se han lanzado a la calle, y en ella se
encuentran a Félix Retamero que les hace
frente con heroísmo sin igual. En todos los sitios de peligro veíamos al " cegato " con sus amigos Gallego y
Frasquito Aguilera.
Málaga es entregada al fascismo por el coronel
Villalba y por la cobardía de un gobierno que niega las armas necesarias para
su defensa porque " había demasiada influencia anarquista”. Félix cómo
tantos otros, hace a pie los 210 kilómetros que separan Málaga de Almería.
Debido a su defecto en la vista, los compañeros le convencen que haría más
labor en retaguardia que en el frente,
en Almería y Adra, ocupa cargos de abastecimiento donde procura ser
equitativo y justo con el cumplimiento de tan difícil puesto. Cómo se
perdió Málaga, se perdió España, por casi idénticas causas, que, nadie se ha
atrevido a analizar, por temor a acusarse a si mismo. En Adra tenían preparada
una barca con destino a Orán, pero Félix era leal hasta la exageración. Por esperar la llegada de su amigo Gallego,
pierde la misma. Se interna hacia el centro del país. Su mejor refugio está en
la zona que había estado ocupada por los fascistas.
Durante varios años todos ignoramos lo que
había sido de Félix. ¿ Lo habrán fusilado ?.
¿Estaría en el extranjero? Todos comentábamos con
reservas, porque nadie conocía la verdad.
Casi habíamos olvidado a nuestro amigo,
preocupados por la gravedad de nuestra propia situación, cuando, por razones
que no vienen a cuento, tuve que ir a Madrid. ¡Cual no sería mi sorpresa al ver
descender del mismo tren que yo iba, a nuestro amigo. Llevaba una maleta en
cada mano. Le seguí de cerca y, lejos de la estación me acerqué a él
saludándole. Me miró cómo hombre que ve bien; después puso las maletas en el
suelo acercándose unos pasos hacía mí, al reconocerme se abrazó con esfuerzo.
De sus labios salían atropelladamente las palabras.
Me preguntaba por los compañeros y antes que
le respondiera me pregunta por otro y otro,
¿y fulano? ¿ y mengano ? ¿ y el otro ?.
Luego ya un poco más tranquilo, me mira fijamente
y me dice ¿ y tu hermano ?. Le expliqué que había muerto luchando en la Sierra
de Alozaina. De sus ojos miopes se desprenden gruesas lágrimas que reflejaban
claramente lo dolorosa que era para él esta noticia.
- Déjame que lleve estas maletas, o ayúdame a
llevarlas luego iremos a comer, cosa que
hicimos después de dejar las maletas en
su destino. Me condujo a la puerta de la Cebada, donde entramos a reponer
fuerzas. Me contó sus odiseas; cómo logró escaparse varias veces de las garras
de la policía, cuantas veces estuvo expuesto a ser asesinado; en fin una larga
narración que para mí no era extraña, porque era la historia de todos los
perseguidos.
Cogidos del brazo recorrimos medio Madrid
aquella noche. Unas veces tenía yo que esperar a que el cumpliera con su deber,
otras, era él al que tocaba esperar, en
ocasiones hasta más de una hora a que yo cumpliera con la misión que me había
llevado a la Capital. Cerca de las dos de la madrugada, cuando en la esquina de
la calle Hermosilla nos despedimos con un apretón de manos. Él, se fue
desconociendo mi dirección y yo la suya. Nos habíamos visto dos que nos
creíamos muertos y con esto bastaba.
En la nochebuena del año 1946 vuelvo a
ingresar en prisión, acusado de organización clandestina. Once meses después,
es decir en noviembre de 1947, veo a Félix en el llamado
“centro ", rodeado por varios oficiales. Inútil
hacerle ninguna señal, no me reconocería en los doce o trece metros que nos
separaban. Con su calma habitual, lo veo
dirigirse a la celda de ingresos.
Con un
" limpia " le envío
unos cigarrillos, (aunque sabía que no fumaba desde antes de la guerra) una
manta y algo de comer. Algunos días después sale al patio y hablamos de todo y
sobre todo de su detención. Tenía que suceder - me dice -. Yo iba en el tren
cuando un policía de la Brigadilla Social de Málaga me reconoció. Al llegar a
la estación fui detenido y conducido a la Dirección General de Seguridad, desde
donde fui transferido a la prisión de Málaga al estar reclamado por varios
juzgados.
Hablamos de su situación. Se mostraba algo
optimista. Han transcurrido muchos años y, esto me ha de vale para algo. De
haber caído al principio, estaría criando malvas.
Yo le miré con pena; sus ocho años en libertad
le habían hecho creer que el fascismo había cambiado. No quise mostrarle mis
inquietudes, pero si creí que deba prevenirle; no debes dormirte, el fascismo
no perdona a sus enemigos.
Meses después asiste al consejo de guerra. De
él vuelve cómo me temía; con la pena de muerte, pero viene tranquilo. Cuando soy
autorizado para hablar con él, me dice
-Tenías razón, el fascismo no perdona. ¡Qué le vamos a hacer, paciencia!
Hablamos de todos los compañeros que había sido " sacados”. Se interesó sobre todo por su comportamiento en los momentos finales. Yo le respondía y explicaba la conducta valiente de todos, después de reflexionar me dice
Hablamos de todos los compañeros que había sido " sacados”. Se interesó sobre todo por su comportamiento en los momentos finales. Yo le respondía y explicaba la conducta valiente de todos, después de reflexionar me dice
- Yo creo que la valentía la da el saber que se muere por una causa
justa. Y ya no nos volvimos a ver más.
Varias noches después entra en su celda el
jefe de servicio, precedido del Director Miguel Martínez Casas que trata de
animarlo.
- No se preocupe por mí,
tengo el suficiente valor para mirar a la muerte cara a cara, cómo han sabido
mirarla todos mis amigos.
Al entrar en la capilla rechaza los servicios
del " trabucaire " Felicísimo
Rivero de Huarte. En la madrugada es
entregado a la guardia civil. Según comentario de los oficiales, salió
tranquilo y sereno, como si en vez de ir hacía la muerte, fuese hacía la vida.
Félix Retamero Pérez, el joven de la barriada
de Huelin, murió emulando a sus compañeros; desafiando a la muerte y dando vida
a la libertad que el ya no podría disfrutar en vida.
En la misma fosa común se unió su cadáver al
de muchos de los compañeros que estamos recordando y a los que se debería
recordar sobre todo en los momentos difíciles, para aprender cómo deberíamos
vivir quienes amamos las ideas de estos verdaderos; HÉROES DE LA LIBERTAD.
Nota
Según la base de dato del navío anárquico de la Asociación
Isaac Puente.
Félix Retamero Pérez, Militante CNT y de las JJLL en Málaga. Fue Fusilado
en Málaga, 22-9-1942.
Fuente documental Archivo Histórico de la CNT de Málaga, conservados en el Archivo Histórico Provincial.
Agradecemos a Francisco Cortes las palabras de afecto hacia mi tío Félix Retamero Perez.
ResponderEliminarSiempre ha estado presente en nuestra casa y en nuestras vidas.
Vivió y murió por un ideal y ese mismo ideal permanece en nosotros.
Gracias. Rosa Burgos Retamero.