miércoles, 25 de marzo de 2015

Manuel Gallego Ponce

          

Manuel Gallego Ponce, nace en Estepona, en el año 1915.
Su juventud es igual a la de todos los jóvenes de su época. De niño, trabajando para ayudar a los suyos, de mayor, alternando el trabajo con la lucha para liberar a la sociedad de lacras en sus códigos y sus leyes.

El 14 de abril de 1931, Manuel habiendo cumplido ya los 15 años. Para él no eran desconocidos los diferentes problemas político - sociales del momento. En su casa se celebran reuniones de anarquistas. El contacto con estos hombres sencillos, pero honrados y sinceros, le gana para la causa de la verdad.

Por esto no fue de los que se dejó emborrachar de euforia con aquella proclamación republicana, que no era otra cosa que garantizar la monarquía sin rey.

En el sindicato de la Madera afecto a la C.N.T., donde militaba, nunca le escuchamos hablar. Era bastante parco en palabra, sin embargo su temperamento rebelde le hacía estar presente en toda gesta de protesta, fuese contra el patrón o contra el gobierno y sus autoridades. Intervino de forma activa en todo movimiento huelguístico, demostrando un sereno valor. No fue nunca partidario de la actuación en grupo, era bastante individualista, de ese individualismo pudo sacarlo la amistad que le unía a Félix Retamero, del que ya hemos hablado.

En el año 1933, el día 8 de enero, se produce un levantamiento revolucionario organizado por los cuadros de defensa de la C.N.T. y de la F.A.I. Nuestro amigo es de los primeros en lanzarse a la calle, batiéndose en el barrio del Perchel junto a los viejos anarquistas. Sus movimientos y arrojo no pasan desapercibidos para los viejos, que ven en él un luchador de temple. A partir de este momento no hay acción de carácter justiciero a la que no esté ligado, recordando siempre la tragedia de Casa Viejas. No repetiré hechos en los que tuvo una destacada actuación por haberlo referido en la " Biografías " de otros jóvenes, con quienes ligó su actuación en todo momento; daremos un salto para situarnos en aquel 18 de julio de 1936, cuando la Iglesia, la Banca y los Cuarteles, se confabularon para acabar con el anhelo de libertad de un pueblo. Sublevándose este ante la pasividad de unos ministros que mientras los fascistas se levantaban " ellos se iban a acostar”.

Nuestro joven, en la víspera de la sublevación se queda velando junto con otros compañeros, cuando el capitán Huelin al mando de una sección pretende proclamar el estado de guerra, los jóvenes anarquistas se encuentran en la calle. Mal armados, pero con firmeza y decisión. ¡El caso de Casas Viejas no debe repetirse! Ahora serán los palacios y no las humildes chozas las que serán pasto de las llamas. Y nuestro joven se multiplica incansablemente,  se desplaza de un sitio a otro, olvidándose de comer y reposar, hasta que el heroísmo colectivo del pueblo malagueño se hace dueño de la situación, dominando a los sublevados.

Un coche negro pasa veloz, cogiendo la carretera de Sevilla. Manuel Gallego, Frasquito Aguilera," Tarzán "y Manuel Fernández son sus cuatro ocupantes. Se dirigen a la capital de la Giralda. Miles de encuentros y peripecias sufren hasta lograr acercarse a la ciudad, replegándose, no ante el empuje de las hordas de Queipo de Llano, sino ante la insistencia de Rafael Peña que considera suicida el intento de ayudar a los pocos que aún resisten en Triana.

Vueltos a Málaga, no quiso aceptar ningún cargo representativo y con Antonio Raya organiza la columna "La que siempre Rayó" que fue a ocupar el frente de Antequera hasta la pérdida de la capital.

Ya en Almería, se dirige al campamento de Viator y formada la 88 brigada bis. Es designado comisario de compañía, en cuyo cargo da a sus compañeros ejemplos de abnegación y heroísmo.

Terminada la guerra civil gana Málaga, cruzando los 210 kilómetros de montañas que le separan de Almería. Días después es detenido y conducido al campo de  concentración de la "Aurora" de donde se escapa con otro compañero. Logra documentarse y emprende su vida normal trabajando para ayudar a su "vieja", cómo llamaba a su madre, pero él no era capaz de olvidar a los que se encontraban en peligro y con otros más, organiza el primer Comité Local de la C.N.T., cuya misión principal es prestar ayuda a los perseguidos que llegan numerosos cada día.

Un día se presenta un compañero, residente actualmente en Marruecos. La policía le persigue de cerca. No disponen de ninguna documentación que facilitarle para que pueda salir de la capital y Gallego le entrega la suya. El perseguido es detenido cuando iba a coger el tren para Barcelona. Comprobándose que los papeles que llevaba no le pertenecían, los civiles se presentan en casa de Manolo, pero éste saltando por una ventana, huye internándose en las montañas de Alozaina. Es el mes de setiembre de 1939.

Forma un equipo magnífico de decididos luchadores. Cuando las circunstancias se lo permiten, ayuda a los campesinos en sus labores del campo y éstos en justa reciprocidad, les facilitan informaciones valiosas que les permiten poner en jaque al destacamento de civiles. Muchas veces sintió las rozaduras de las balas quemarle la carne, pero esto no disminuía su actividad. Hora aquí, mañana allá, el otro a 15 kilómetros. Más que un pequeño grupo de cenetistas, débale a la guardia civil la sensación de encontrarse frente a una división de aguerridos combatientes que ocupaban kilómetros y kilómetros.

Franco dicta un Decreto perdonando a los que se entreguen y que no tengan las manos manchadas en sangre. El grupo discute con tranquilidad el Decreto y la situación. Quienes lo deseen pueden optar por marcharse, los que no, seguirán combatiendo a los asesinos del pueblo. Uno de estos compañeros, cuyo nombre omito por encontrarse en España, decide entregarse; los demás seguirán perfumando su heroísmo con tomillo y romero.

Conociendo la táctica fascista, el grupo decide cambiar de frente, anulando los pasos habituales, gracias a esa previsión, salvan sus vidas ya que los civiles, toman posición en los lugares empleados cómo paso por los guerrilleros.

Entabla en contacto con Bernabé López en Ronda; va a Teba donde se encuentra con Diego Gómez García "Diego el de la Justa", cómo le conocían todos; en Alhaurín abraza al "Mandamás"; pretende formar un frente único en la lucha contra Franco, para ello se relaciona con la organización clandestina de Málaga a la que presta su ayuda económica, para solventar algunos casos jurídicos de los compañeros presos.

Tres años han transcurrido desde que ganó la sierra; tres siglos para su "vieja" que lo llora cada día. En agosto de 1942 se presenta en su casa para abrazar a su madre, a la que trata de tranquilizar diciendo que va a emprender un viaje al extranjero. En realidad habíase apercibido que la lucha era cada día más difícil; la legión, los moros, el ejército y los civiles ocupaban cada trozo de tierra. Los campesinos aterrorizados y vigilados, no podían prestarles la colaboración que tanto necesitaban. Sus días, sabían bien que estaban contados. Cada día cae uno más, una cabeza menos, un brazo menos, un fusil menos que se opone a los designios del fascismo. No falta quien le aconseja que intente salir por Gibraltar o Francia, pero él se niega.
“Al  fascismo hay que combatirlo en su misma madriguera. Al enemigo hay que buscarlo donde se encuentre; igual que hacen ellos“, solía decir. No obstante aconseja a los suyos que se decidan con sinceridad; él se mantendría en la brecha mientras las fuerzas se lo permitieran. Y quienes le conocían, sabían que estas fuerzas sólo terminarían con la muerte.

Una madrugada del mes de setiembre en lo alto de la montaña se dibujan las siluetas de unos hombres de pasos cansinos; vuelven de nuevo, cómo las golondrinas, donde habían fundado su primer nido. El sol se levanta rojizo y triste presagiando una desgracia. Los guardias civiles, apostados, les dejan acercarse, cuando están a pocos pasos de ellos, abren fuego. Éstos repelen la agresión y durante todo el día sostienen a raya a las fuerzas del orden. Cinco veces superior en número. No pueden retroceder, no pueden avanzar, sólo tienen un medio de salvarse; ganar las horas hasta que llegue la noche en la que la ventaja estaría de su parte. Así lo hacen y cuando el sol empieza a inclinarse, los civiles temerosos de la oscuridad, se repliegan. Tres guerrilleros quedarían muertos cómo resultado de la refriega y un doble número de civiles fueron retirados del campo de lucha, sin vida o heridos.

Cinco días después nuestro compañero, que había resultado herido, queda en lo que podríamos llamar su campamento. Se encuentra cansado; sus amigos van a hacer una descubierta. Un grupo comunista, al mando de un hijo de Alozaina que operaba en aquel sector, acusa a Manolo de ser el responsable de la presión que sufrían por su actividad frente a los civilones. Manolo ríe confiado y cuando menos lo esperaba, una bala le perfora la frente sin haberle dado tiempo a la defensa. El fascismo rojo había logrado eliminar a un hombre que siempre les había superado en todo; habían conseguido para el régimen fascista una gran victoria, acabando con la vida de un guerrillero que demostraba al mundo que no todo era sumisión.

Años después visité un cortijo donde nuestro amigo se curó de unas heridas. Los cortijeros recordándole lloraban con emoción mientras me decían:

- ¡Era todo un hombre honrado, honrado, desinteresado solidario!

- ¡Sí - les dije - era un verdadero HOMBRE, UN ANARQUISTA!

Escrito por Luis Gallego Ponce (su hermano).
  
Fuente documental Archivo Histórico de la CNT de Málaga.

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