Escrito por Luis Gallego Ponce militante de CNT-AIT
Málaga
Vivía
en el barrio del Perchel trabajaba como aprendiz de fontanero; militaba en las
J.J.L.L. de su barrio, de éste barrio que se hizo célebre por ser un vivero de
militantes del movimiento revolucionario.
De
pocas palabras, a veces gozaba de inspiraciones formidables, pero
siempre un poco tardías. Era uno de los jóvenes de la época que soñaron
con transformar la sociedad ofreciendo para ello cuanto poseían.
Fue
éste joven, el que efectuó el atentado contra el tristemente célebre "el
Carrero ", recién trasladado
desde el Puerto de Santa María a Málaga. Por el cual la policía le persigue,
esta se lanza a su captura desesperadamente, pero se encuentra frente a un joven
impasible ante el peligro, demostrando en los primeros encuentros que no es
presa fácil de conseguir. La policía se convence de que sólo muerto podrán
ponerle la mano encima.
En
la Plaza de San Pablo, el teniente
Coronado de la Guardia Civil, al mando de varios números de la "
benemérita " trata de
detenerlo pero el perseguido sale de aquella plaza abanicada por el fuego
nutrido de la fusilería, ante la admiración de los vecinos de las calles la
Jara y San Pablo, que presenciaron el encuentro, y el propio teniente reconocen
públicamente el valor indiscutible de éste jóven.
Llega
a Málaga a torear, " El Algabeño " después de haber asesinado en el Parque de
María Luisa de Sevilla, a varios trabajadores,
Antonio, junto con otros jóvenes, preparan la justicia que las
autoridades no habían querido hacer.
Después de la corrida, cuando se encontraba cerca del Hotel Caleta,
donde se hospedaba el chulo rejoneador, Antonio se monta sobre el estribo del
coche del torero disparando y, logrando herir al asesino de los obreros
sevillanos.
Raya
interviene en todos los movimientos huelguísticos y revolucionarios que
tuvieron lugar en Málaga, saliendo siempre airoso de donde otros de reconocido
valor no lograron entrar.
Cuando
los fascistas se levantaron, el nombre de Antonio Raya era conocido por todos
los malagueños y por la policía de toda España. En todos los hechos donde había
alarde de audacia o de valor, la gente lo relacionaba con Antonio. ¡ Cuantos
hechos le cargaron en los que no tuvo arte ni parte !. Tal cómo el atraco a la estación y otros
muchos que harían interminable ésta corta biografía.
Los
fascistas se han hecho fuertes en varios lugares de la capital. Los guardias de
asalto, seguridad y carabineros, se ponen al lado del pueblo entregando armas.
Cuando no es éste el que se las arrebata. La guardia civil "
caminera " permanece a la expectativa.
Don José Fernández Vega, gobernador civil, se deja sobrepasar por los acontecimientos. De la Casa de las Lanas,
enclavada en uno de los extremos de la Alameda, los fascistas hostigan a los
que tratan de pasar por el puente de Tetuán.
¿ Quién se atreverá a pasarlo ?. La respuesta la encontramos en un joven;
éste se llama Antonio Raya Díaz, que pasa bajo una lluvia de balas, logrando
prender fuego, y por éste medio
depurador, desaloja a los fascistas de su guarida. Luego seguido por un grupo
de jóvenes se interna en el centro de la capital y no cesa la lucha hasta que
Málaga es completamente liberada de las hordas fascistas.
En
un coche, acompañado entre otros por Antonio Ruíz, que había de encontrar la
muerte, en lucha contra un grupo de guardias civiles y cuyo cuerpo es rescatado
por Raya, se internaron en la provincia de Sevilla y Cádiz.
Málaga
organiza su 1ª columna, esta tiene por objeto
conquistar Granada, que está en manos de los moros, cómo en tiempo de
Isabel la Católica. Cuando la columna llega al boquete de Zafarraya, un guardia
civil, con el grado de capitán, que
finge su adhesión a la República, ordena
un alto. Los numerosos coches y camiones, con racimos humanos colgando
de sus carrocerías, semejan monstruosa serpiente sobre el asfalto de la
carretera. El capitán continúa en su coche,
momentos después aparece un avión que bombardea y ametralla a la
columna, la cual se replegar en desbandada. Raya es uno de los que se queda
defendiendo Zafarraya.
Vuelto
a Málaga organiza la columna que se había de conocer con el nombre de "
La que siempre rayó ". Esta
es destacada al frente de Antequera, donde desde su entrada comienza a
inquietar a moros y falangistas que defienden el pueblo. Interviene
personalmente en el ataque a la fábrica de mantas en unión de los hermanos
Arcas.
En
un cortijo llamado Arrebato o un nombre parecido, instala su cuartel general.
Le acompaña José Pacheco, que mas tarde había de ser el jefe de la 88 Brigada
bis. En éste cortijo, cuando trataba de desmontar una bomba Laffite, pierde el
ojo izquierdo al explotarle el artefacto.
Pocos
días permanece en el hospital. Sin haber sido completamente curado de la
herida, vuelve al frente,
sorprendiéndole en él la pérdida de Málaga, desde donde se repliega
hacía Almería. En el campamento de Viator organiza la que desde entonces había
de ser la 88 Brigada bis, en la que fue designado comisario.
Destinado
a Pozoblanco, interviene en todas las operaciones que se efectúan en aquel
sector, siendo admirado por el mismo Coronel Pérez Salas, y los treinta meses
que dura la contienda los paga con las armas en las manos, atacando unas veces,
defendiéndose otras, conquistando en varias ocasiones las posiciones que habían
perdido las brigadas internacionales.
Terminada
la guerra, vuelve a Málaga. Con su
compañera Victoria Vila Varela, alquilan
una casita en el Camino de Antequera cerca del Polvorín. La guardia civil que
sabe ya de su presencia en la capital, detiene a Victoria haciéndole a la
fuerza que les conduzca a su domicilio, pero ésta que sabía que Antonio se
encontraba con unos compañeros en su casa, engaña a los civiles
introduciéndolos en una casa colindante, desde la que grita poniendo en aviso a
su compañero que, con sus amigos salta por la tapia. Los civiles se aperciben
del engaño y se lanzan en su persecución. Cuando se reagrupan de nuevo, cada
cual hace el balance de lo que ha perdido en la huída; Sólo Antonio no ha
perdido ni tan siquiera uno de los ojos de cristal que llevaba en los bolsillos
como repuesto.
Detenida
su compañera, que se encontraba encinta,
Antonio comienza a frecuentar a un familiar que vivía en calle Calderón de la Barca. La guardia civil
que le sigue de cerca, un día se oculta en la portería de la casa y, cuando bajaba en compañía de
sus cuñados Salvador y Manolo Vila, le echan el alto. Antonio no mira la
desventaja, sacando la pistola, dispara
a los civiles, que se tienen que contentar con detener a sus dos cuñados.
Cuando suben a registrar los departamentos, comprueban que Raya había logrado
escapar una vez más, dando un prodigioso salto de un tejado a otro. Acorralado
y después de varios encuentros peligrosísimos, decide marchar a Granada.
El
pueblo malagueño hizo de él un héroe como de todos aquellos que se burlaron de
la “Justicia" uniformada. Unas veces decían haberlo visto vestido de capitán
de la guardia civil, otras era de cura de lo que le habían visto disfrazado,
cuando no de falangista o de requeté. El se reía cuando le contaban estas
anécdotas callejeras.
En
Granada se hospedaba en una casa particular presentándose como estudiante. Es
por ésta época que nace su hija en la prisión; su hija, a la que no habría de
conocer.
La
plaza de la Marina fue escenario de uno
de los encuentros más atroces de la época. La policía acordona la Plaza
y dispara contra un grupo de jóvenes, entre ellos se encontraba Antonio Raya.
Son varios los muertos y uno de los jóvenes es detenido herido. Éste herido,
sometido a tormento, había de confirmar la presencia de Raya en el encuentro.
En
el Albaicín salva a los hermanos Querós que se encontraban entre dos fuegos.
Movilizadas todas las fuerzas del " orden " para capturar al jóven
libertario, éste, con otros jóvenes no menos decididos que él, gana la sierra,
y en éste nuevo lugar, interviene en varios hechos de relieve. Pero Raya no
tenía madera de guerrillero. Desde la edad de 16 años estaba habituado a la
lucha en las capitales, por lo que de nuevo, por el Sacromonte entra en
Granada, donde da prueba de una
seguridad personal indiscutible.
La
policía le sigue ya de cerca; conoce
varios de los sitios que frecuenta. Varios compañeros le
aconsejan que abandone la capital y vuelva a la montaña, a lo que se niega.
En uno de los cafés que acostumbraba a ir, se nota
una mayor afluencia que de ordinario. Al entrar Raya, la cajera hace una señal
convenida a varios de los clientes. Estos abren fuego contra la puerta por la
que acaba de aparecer Antonio, quién, por instinto, se lleva la mano a la
cintura para sacar su arma sin
conseguirlo, la vida se le escapa por los numerosos boquetes abiertos por la
balas de la policía, que no se atrevieron a ponerle la mano encima mientras
vivió.
Materialmente acribillado, cayó el que sólo con su
nombre hacía temblar a policías y civiles; él, que supo tomarse la justicia por
su mano y que se defendió durante diez años contra todo un cuerpo organizado y
al que muchas veces se permitió atacar. Murió cumpliendo su promesa de que en
vida no le pondrían la mano encima.
Voluntariamente olvido millares de hechos, por no
hacer interminables estas " Cortas Biografías ", de éste joven de
pocas palabras pero de una ininterrumpida acción revolucionaria, de la que se
empezó a hablar en el año 1932 hasta el 1942 en que murió ANTONIO RAYA DIAZ.
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